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Blancas | Negras |
Atacar contra la casilla f7 | Defender el escaque f7 |
Poseer la diagonal c4-f7 | Interceptar la diagonal c5-e3 |
Dominar la vertical f | Observar con atención el movimiento Th1-e1 |
Realizar la maniobra Cf3-Cg5-Cf7 | Vigilar toda acción del caballo de f |
Atacar contra el punto e5 | Defender racionalmente el peón de e5 |
Hacer d4 | Tratar de llevar a efecto el movimiento e5 |
Efectuar f4 | No adelantar el peón de f7 |
Formar un centro de peones sólidos | Menoscabar la potencia de la pareja de peones e4 y d4 de los blancos |
Abrir las verticales e y f | Eludir la apertura de las verticales e y f |
Dominar en el escaque e5 con objeto de utilizarlo como cabeza de puente para atacar contra el punto f7 con la dama y el alfil y contra c7 con la maniobra Cc3 – Cd5 | Luchar por el punto e5 |
Emplear ciertos artificios y hacer concesiones materiales para incluir las piezas del flanco de dama al ataque | No caer en la funesta tentación de tomar demasiada piezas y peones adversarios. Conviene tener comedimiento en ello y restituirlos en el momento oportuno a cambio de hacerse con la iniciativa. |
Rehuir toda ganancia de material, si una de las piezas del flanco de dama adversaria aumenta su radio de acción y por lo mismo forma parte de un ataque contra puntos vulnerables | Atender extremamente la correlación de las piezas que ocupan posiciones activas y amenazadoras en el flanco de dama. Procurar por todos los medios que la diferencia cuantitativa no exceda de una unidad (1 peón), redundante en beneficio de las blancas. Y de devolver oportunamente el material ganado; si ello no es suficiente para equilibrar la situación, entonces hay que aceptar todo sacrificio recíproco y hacerlo sin lamentaciones ni suspiros de ninguna clase. |
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Autor:Jorge Luis Borges
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